jueves, 12 de septiembre de 2013

William Agudelo Mejía


Nació en Bolombolo (Antioquía, Colombia) en 1943. Realizó estudios en el Seminario Nacional Cristo Sacerdote (La Ceja, Antioquía). Músico, escultor y poeta autodidacta, se radicó en Nicaragua en 1966. Allí colaboró con Ernesto Cardenal en la fundación de la comunidad religiosa de Solentiname. En los años ’80 trabajó como director de artes visuales del Ministerio de Cultura de Nicaragua. Publicó el libro-diario Nuestro lecho es de flores, traducido al alemán y al inglés, dos libros sobre la Revolución Nicaragüense y numerosos poemas en revistas y diarios. Ha participado de prestigiosos encuentros literarios, como el Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia) y el Festival Internacional de Poesía de Rotterdam (Holanda). Por su estilo se lo ha relacionado usualmente con el movimiento nadaísta colombiano, aunque nunca adscribió oficialmente a él. Dedica su vida a la escritura poética, la talla en madera y el pirograbado en cuero.

* * * 

Concierto de jazz

A Juanra Sanín

Las manos de Charlie como tarántulas
tejiéndole en la guitarra la trama a su mujer
que —zapatos transparentes de alto tacón— dale
con los vibrattos y voces rajadas mientras
el negro abrazado al contrabajo como a
una negra haciéndole ton ton con el dedo
blanquea los ojos saca la lengua como un
ahorcado rechina los dientes secretea
obscenidades tierno lijar de la escobilla
manos sobre parches murciélagos aleteantes
el cara-de-mono sobre su corcel de nogal
y cromo y de pronto la locura pedazos
de bronce cueros desgarrados el dios
y sus ocho brazos empalillados los pies
en los pedales con furia leviatánica
revoloteándolo el estómago nos tiembla
como ijares de potro asustado y Charlie
dale con las progresiones raras como los peces
de las fosas marinas un queso kraft
la calva a la luz del coliseo el negro
que se agacha sudando hasta las notas agudas
y da un salto ansioso y seguro agarrando
las graves junto a los clavijones obsesionado
en el repetir variado hasta que Charlie mete
cuñas de acordes entre ton y son y vuelven
los palillos con su ratratarata matemáticamente
atropellado mientras la muchacha de al lado ruidosa
suspira y se ajusta la cinta de su brazo qué carajo
«...si tiene que preguntarlo nunca lo va a saber.»


Ante la ventanilla

Las manos de la muchacha del Banco de
América bajo las rejillas de neón sin
sangre manos-de-muerto las uñas
gotas de sangre coagulada los billetes
girando como las aspas de un abanico
eléctrico certero el índice en las teclas
de la sumadora (el pico de la gallina
en los granos de maíz) el dedo
lengua de perro tomando agua de
la esponjilla la yema sombreada de
tinta o mugre qué sé yo el fajo
golpeado de canto contra el mármol mientras
el cara-de-doverman del revólver
te mira despacio desde
tus sandalias hasta la colita
de tu desteñida boina azul


1 comentario: